TOP

A la espera de que escampe




Los datos evidencian la intuición popular. Las medidas económicas del Ejecutivo desploman el apoyo de la ciudadanía. Solo las fuerzas políticas minoritarias salen reforzadas y el PSOE apenas nota alivio. Este es el panorama que dejan las encuestas, que por una vez coinciden con las sensaciones que se respiran a pie de calle. La actitud ciudadana es de cabreo general, desconfianza en las instituciones y pesimismo sobre el futuro.

El PSOE debiera haber realizado una reforma interna profunda y perceptible de cara a la ciudadanía, dotando al partido de un modelo de izquierdas atractivo y una remodelación de liderazgos. Los procesos congresuales socialistas demostraron la cobardía de los órganos de poder, que sin pudor blindaron el aparato contra nuevos aires de renovación. Ahora pagamos no solo la inercia de un maremoto económico, sino también nuestra incapacidad de ofrecer un proyecto de izquierdas creíble.

Rubalcaba va perdiendo con rapidez credibilidad dentro ni fuera del partido. Su liderazgo es interino, a la espera de que el cadáver político de Rajoy se desplome. Rubalcaba espera ganar las próximas primarias por exclusión de alternativas. Prefiere esto a realizar dentro del partido una transición hacia un socialismo renovado. No quiere remover ideas y ello le está causando graves perjuicios dentro de casa. La militancia está cansada, escéptica e indignada. Las promesas de un proceso interno de participación y rearme ciudadano no se han llevado a cabo (¿aún?). El aparato del partido no renueva caras, y cuando lo hace, pone en su lugar a subalternos que aseguren el catecismo de su predecesor. Este viraje conservador dentro de las estructuras internas del partido es mal recibido por militantes y simpatizantes, algunos de los cuales no creen reconocer ya en el PSOE los valores y las actitudes que le definen como partido.

Existe un descrédito generalizado entre la militancia hacia sus líderes de partido. Rubalcaba, Lemus y Celestino Vegas representan el continuismo, la estrategia de la espera pusilánime, la oposición adormecida y la autorreproducción ideológica. Es más cómodo esperar a que el PP fallezca que rearmar el partido desde dentro y ofrecer a la ciudadanía un modelo de gobernabilidad creíble. Confían demasiado en que la ciudadanía olvide, esperan que ante la ineficacia del actual Ejecutivo, el pueblo opte por la alternativa menos mala: el PSOE. ¿Para qué realizar reformas profundas si a la vuelta de la esquina podemos ganar las Primarias sin apenas esfuerzo? De nuevo el maquillaje y la pirotecnia política ganan frente una honesta renovación. La pregunta es: ¿qué costes tendrá esta estrategia a nivel interno? 

La crisis ha reactivado el interés de la ciudadanía por lo público; la crítica del ciudadano a la política es ya de por sí un gesto político, un signo a tener en cuenta. Una nueva generación está demandando nuevas formas de gestionar los asuntos públicos, una nueva forma de hacer política. Mientras esto sucede, el PSOE, en vez de ser sensible a este giro copernicano, se blinda, se repliega sobre sí, a la espera de que escampe. Elige para sí líderes fieles a la línea ortodoxa, que velen por el orden interno y ofrezcan de cara a la galería una imagen pública de normalidad y unidad. Sin embargo, esta no es la verdadera realidad dentro del partido. Existe un creciente número de militantes y simpatizantes que demandan una reforma seria, consistente, dentro del PSOE, y que a cada paso que dan encuentran serias presiones por parte del aparato del partido para hacerse oír. No existe consenso dentro del PSOE, por mucho que Rubalcaba, Lemus o Celestino Vegas intenten convencer dentro y fuera de casa de que el PSOE es un bloque compacto. No lo es y es bueno que no lo sea, a tenor de la actual coyuntura interna. Existen una evidente fractura entre aquellos que desean mantener intactos el catecismo y las estructuras de poder y aquellos otros que demandan reformas orgánicas reales. Los reformistas abogan por oír a esta nueva ciudadanía, arbitrar mecanismos de comunicación y acción política hacia ella, reestructurar las formas de participación y toma de decisiones dentro del partido, recuperar la calle desde la escucha activa y el compromiso social, estar presentes en las redes sociales no como una mera estrategia electoral y sí para estar allí donde la ciudadanía está, escuchando sus necesidades e ideas. 

Es más que probable que Rubalcaba, Lemus y Celestino Vegas digan: ¡pero si yo también quiero eso para el partido! Sin embargo, la realidad demuestra que esta declaración de intenciones es mera estética política. En lo que respecta a nuestra política regional, es evidente que el liderazgo de Lemus y Celestino Vegas evidencia una futura reproducción de viejas formas de hacer política, adornadas de falso reformismo en pos de la democracia interna, la participación y la presencia en espacios digitales. Puro maquillaje; se pretende sanar una pared sustituyendo una pintura por otra, pero sin aplicar medidas que depuren el interior del tabique. Quienes tenemos el rol de militantes de base, recibimos a pie de sede esta retórica vacía de nuestros líderes políticos, sin percibir que se convierta en una realidad sólida. 

Pero esta situación no tiene tan solo como causa principal la cobardía, el clientelismo, el mantenimiento del sillón o de oscuros privilegios personales. La militancia debemos hacer una seria reflexión acerca de en qué medida hemos sido cómplices pasivos y mantenedores de esta situación. Nuestra docilidad y silencio alientan la injusticia y el crecimiento de estas actitudes dentro del partido. No son pocos los militantes que esperan pacientemente a que llegue su turno y consigan tajada en pago a su lealtad. No olvidemos que aquellos a los que hoy atribuimos mezquinas intenciones fueron en su día militantes de base. La oligarquía política se mantiene y crece porque la militancia prefiere ser un personaje pasivo dentro del partido, en vez de actuar como un agente social de futuro. ¿Por qué sino cuando hay elecciones internas gana el continuismo? Pese a la pasada debacle electoral, cientos de pacenses ligados al proyecto socialista siguen teniendo intereses creados que esperan ser mantenidos a base de una lealtad demostrada en su apoyo al aparato del partido. Véase como ejemplo el poder que aglutina en Badajoz socialistas afines a la Diputación y los sindicatos mayoritarios. A esto se suma que los militantes  partidarios de un reformismo interno tendemos a replegarnos en el escepticismo, la crítica infértil, la desafección política e incluso el abandono del partido, sin establecer en serio un frente de oposición interna organizado y valiente. A nuestro favor está el dominio del espacio digital y la capacidad de movilización social frente al formalismo político del aparato. La militancia ha de recuperar su protagonismo directo, y ha de hacerlo no solo desde la participación en los espacios formales que establecen desde arriba los órganos de dirección. Debemos recuperar un pensamiento crítico, dialéctico, revolucionario, comprometido, que no espere dócilmente a ver qué se le ocurre a Lemus o Celestino Vegas, a ver qué día es la próxima asamblea en la que hacer terapia grupal y dejar todo como está.

A estas alturas y a la vista de las aciagas circunstancias, la militancia está legitimada para ejercer su derecho a la moción de censura de sus órganos de dirección y a la exigencia firme de cambios reales en nuestra organización interna. Para ello la militancia debemos ser valientes y dejar de creernos miembros de un club en el que otros piensan y actúan por nosotros, concediéndonos de higos a brevas la bendición de hablar en las asambleas para exorcizar nuestro cabreo. El PSOE es su militancia, su poder reside en la ciudadanía, en su acción social directa; los órganos de dirección son tan solo representantes y vehículos de la voz popular, nada más. Cada militante tiene voz propia, libertad y voluntad para hacerse oír.


Si deseas descargar en pdf este artículo, puedes hacerlo pinchando aquí.

0 comentarios:

Publicar un comentario