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No estamos solos


Después de dar a conocer en la red mi proceso de expedientación disciplinaria, he recibido numerosas muestras de cariño y apoyo por parte no solo de compañeras y compañeros de mi Agrupación de Badajoz y del resto de Extremadura, sino también de no pocos militantes y simpatizantes de otras Comunidades Autónomas. Me ha sorprendido la similitud de estas manifestaciones de preocupación y empatía. Todas comparten un tono emocional similar y una necesidad explícita de reformas profundas dentro del PSOE, acompañada ésta de una sensación de abandono, cuando no traición, por parte de los órganos de dirección del partido. 

La militancia socialista está perpleja no solo con la situación de crisis y la gestión insensible del Ejecutivo; también pulula en el ambiente una emoción compartida de cabreo a causa de la forma en que los órganos directivos están gestionando el partido, empezando por Ferraz y acabando en las diferentes sedes locales. Compañeros de Salamanca, Almería, Madrid, Zaragoza, Cáceres y muchos otros lugares confirman que empieza a manifestarse una escisión moral entre la dirección del partido y su militancia. Un fenómeno similar al que sucede en el seno de la Iglesia Católica española, cuya feligresía de base asiste atónita al esperpento diario de la Conferencia Episcopal. La mayor parte de estos militantes, y el numeroso grupo de simpatizantes que sintonizan con su preocupación, pertenecen al sector reformista y renovador de sus Agrupaciones, no siempre en mayoría y con el poder de convocatoria de aquellos otros compañeros que prefieren seguir apoyando viejas formas de hacer política. Por esta razón, algunos militantes acaban claudicando, ya sea porque se sienten solos, rechazados o cansados de que el aparato del partido se mantenga autista ante las voces frescas que claman a gritos un cambio valiente. Otros, se rearman en grupos de presión locales, regionales e incluso nacionales, con el fin de crear un frente reformista común que les otorgue voz e impulso ante la opinión pública. Igualmente, no son pocos los socialistas que detentan cargos de organización dentro del partido o en instituciones públicas que comienzan a apoyar este viraje interno. 

El PSOE, entendido no como su cúpula organizativa, sino como todos y cada uno de sus militantes y simpatizantes, ha despertado de un letargo que la crisis económica y la debacle electoral parecen haber detonado. Esto debiera obligar necesariamente a que desde las sedes locales hasta la Secretaría Federal no solo se activara una reflexión seria y vinculante, sino una voluntad real, fuera de la pirotecnia mediática que se viene orquestando desde que perdimos las elecciones, de realizar cambios esenciales en nuestra forma de organización interna y nuestra forma de llegar a la ciudadanía. Sin obviar la articulación de medidas de control riguroso de la corrupción política, el clientelismo, los privilegios y el acuartelamiento en los cargos públicos. Todos estos retos no son solo una necesidad interna; más bien se trata de una demanda moral que parte de la misma ciudadanía y sin la cual volveríamos a perder la confianza como fuerza política de futuro.

Hoy por hoy, la fuerza de empuje y renovación dentro del PSOE está fuera de sus órganos directivos; habita en sus sedes, en los debates en redes y calles. Si el autismo de las Ejecutivas persiste, la lógica impondrá que los militantes de base realicen un asalto al poder dentro de sus sedes locales, y más tarde en los órganos regionales y autonómicos, exigiendo un cambio real. No debemos dejarnos intimidar por las presiones que a diario recibimos por parte del aparato aquellos que hablamos con honestidad, sin miedo y con la esperanza de hacer un PSOE mejor. Al contrario, debemos rearmarnos con voluntad y creatividad, crear un frente común de militantes -en red y en vivo- que convierta en real lo obvio.

Compañeras, compañeros. No estamos solos. Compartamos nuestro devenir y unámonos en una causa común por resucitar a este partido de su parálisis interna. El futuro del PSOE somos nosotros. 

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