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Rubalcaba a examen



Alfredo Pérez Rubalcaba somete hoy su gestión de oposición al escrutinio del Comité Federal del partido, siete meses después de su elección como Secretario. Rubalcaba ha sido y es un Secretario de transición. Aguanta la tormenta, la externa y la de su propio partido, pero no ha comenzado ni por asomo la reforma ideológica que se esperaba de él. Su modelo de oposición no posee la rotundidad y valentía que muchos militantes esperaban. Se mantiene en esa zona de nadie, entre el tímido apoyo al Ejecutivo y un crítica suave. No basta con decir que los conservadores quieren eliminar el Estado del Bienestar. El problema reside en que no hay dentro del partido ningún discurso con el que contrarrestar el credo del Ejecutivo. El verbo de Rubalcaba huele a diplomacia. Ni ha acelerado el proceso de reflexión interna y viraje ideológico ni ha realizado una oposición que lance el mensaje a la ciudadanía de que la izquierda renace de sus cenizas. 

El quid de la cuestión está dentro de casa. La reforma interna debe provenir desde abajo, desde las sedes, a pie de calle, y desde ahí vertebrar el discurso federal. El diseño preliminar de la Conferencia Política prevista para 2013 augura lo contrario. Volver a una organización vertical con una pirotecnia plagada de despotismo ilustrado.

La nueva militancia de izquierda ya no acepta el modelo clásico de organización política del partido. Quiere cambios sustanciales a nivel orgánico y no mero maquillaje para contentar a ingenuos. De no tomar el relevo de un nuevo PSOE, la crisis de participación se agravará. El militante ya no es tan indolente ante la vida interna de su partido. Las nuevas tecnologías permiten mantener espacios de reflexión paralelos a los oficiales (escasos y formalistas) en donde se va gestando un nuevo socialismo, ajeno y en ocasiones hostil a la estrategia mantenida por los órganos de dirección. Esta disensión crece y lo hace a menudo escéptica y sin esperanza en que los nuevos vientos que soplan entre la militancia de base encuentran abrigo en la línea de organización del partido y su discurso ideológico. 

El actual modelo de organización interna del partido hace aguas, no entusiasma ni genera nuevas adhesiones al partido. Y no bastan los reclamos de democracia interna que cacarean los órganos de dirección si después no tienen eco y sustancia en la vida real en las sedes y barrios. La militancia de base no tiene la sensación de ser escuchada y de que exista realmente una voluntad firme y valiente por parte de los órganos de dirección de repensar su modelo de partido. 

Y el problema no se limita solo a nivel interno. Tampoco existe reflexión plural y consenso ideológico que puedan proyectarse a la ciudadanía. Rubalcaba parece esperar a que la metástasis del actual Ejecutivo le regale por pura inercia el derecho a regentar la Moncloa. Todo apunta a que si la Federal vira hacia los aires de reformismo que reclaman militantes como Tomás Gómez, la secretaría de Rubalcaba tenga un tiempo más que finito. ¿Será así? Los signos de los tiempos lo exigen, pero no así el miedo y la docilidad que se interpretan en los órganos de dirección. Parecen haberse aplicado con rigor el dicho jesuítico de en tiempos de desolación, no hacer mudanza. Así, prefieren jugar de cara a la opinión pública y la militancia de base al disfraz impostado de buenrrollismo democrático, pero después, a nivel interno, blindar el partido.

Esta reunión del Comité Federal no es sino un movimiento de ajedrez inteligente por parte de Rubalcaba, que tiene como objetivo final crear un escenario de diálogo ante su propia disidencia interna que le otorgue credibilidad ante la militancia. Un teatro desde el que reforzar un liderazgo debilitado. No son pocos los que ven en Rubalcaba a un líder eficaz y responsable, sobredotado para cualquier imponderable, pero más allá de esto no acaban por verle como algo más que un Secretario interino, un arbotante provisional con el que aguantar estos meses de crisis interna. Otro Secretario debiera asumir el relevo para llevar al socialismo español a otro estadio evolutivo, un líder más sensible a los retos que impone el nuevo siglo, receptivo a las demandas de la nueva militancia que a las puertas espera indignada y perpleja un giro copernicano que no llega.

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