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No voy a consentir...



Recientemente nuestro secretario provincial, Rafael Lemus, se reunió con barones variados de la escena socialista extremeña para exhortarles sobre actualidad y futuribles del partido. En su intervención, el señor Lemus, se mostró preocupado por el escaso crédito que posee el partido en la calle y exhortó a la soldadesca a regenerar el tejido social perdido.

Pero con igual determinación y ahínco con el que arengaba a la repoblación ideológica de las calles, dejaba claro y distinto lo que sigue (no son palabras literales, pero se acercan): No voy a consentir que por ningún medio público, ya sea analógico o digital, ningún militante exponga fuera de los cauces reglamentarios ideas contrarias a la dirección del partido. Su aserto fue categórico y prescriptivo. Aviso a navegantes.

¿Alguien más ve la contradicción que alimenta la conjunción de sus dos declaraciones? El mismo que anima a la participación y el reformismo interno, dispensa justicia dentro de su partido, a mayor gloria de la entronización de un discurso único, mayestático, requerido por instancias mayores. Lemus revela en un mismo discurso las dos caras de su cesarismo impostado. Nadie que no esté seguro de su liderazgo tiene por qué temer la diversidad argumentativa dentro y fuera del partido. Un líder sólido y convincente puede y debe asumir para sí todas las voces, sean estas disonantes o complacientes, sin miedo a perder crédito mediático. Pero claro está, ese líder del que hablo no es el señor Lemus. Su falsa tolerancia augura la linde de su estrategia, no muy distinta de su superior, el señor Rubalcaba. (De Vara no hablo, aunque ya se sabe, quien calla, otorga). Lemus, a pocas semanas de su entronización, ya revela formas, y nada tienen de reformistas, nada que auspicie cambios esperanzadores de un PSOE renacido de sus cenizas. Lemus se muestra como quien siempre pretendió ser: un fiel cachorro de la herencia de su mentor. Nada que la ciudadanía pueda percibir como brotes nuevos en un PSOE que poco o nada necesita para contrariarse a sí mismo.

Por mis palabras puede traslucirse sin dificultad la intención de que hago -con consciente lucidez- caso omiso de las amenazas del señor Lemus. Más bien alientan en mí la indignación y el coraje, y esperan -como lo hace una ciudadanía ya cansada- la ocasión para que el PSOE encuentre en líderes más capaces la luz en su lejano horizonte. Aquí me tiene, señor Lemus, un militante joven en carnet, viejo como ciudadano, y, como reza el spot, nada tonto. Si usted quiere liderar un partido tejido con el hilo que usted ha comprado, adelante; pero no con mi silencio.

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