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Alta política



Escucho en la radio a Gaspar Llamazares apelar a lo que denomina la "alta política", el ejercicio honesto de la función pública, y pienso en la aporía platónica, en la irresoluble ecuación de dejar en manos de una ciencia infusa, de un voluntarismo moralista, el devenir de nuestro futuro, sin ajustes procesuales vinculantes que limiten el libre albedrío de la actividad política. Platón, ya viejo y un tanto escéptico, corrige su idealismo político y reconoce en su obra "Las leyes" que no es suficiente fomentar un sistema social y educativo que potencie la moralidad institucional, que de nada sirve apelar a la bondad humana, si no existen leyes que nos protejan contra aquellos que deciden conscientemente hacer de la política una secta ideológica o un mercado clientelar. De ahí que el origen de la decadencia moral de la política profesional comience en el seno de las mismas agrupaciones políticas, mucho antes de que algunos militantes alcancen, a través de un proceso inquietante, su acceso a cargos de poder dentro de alguna institución pública. El modelo de partido lleva ya en potencia la virtualidad de su vileza. 

Esta es la razón por la que cada vez más militantes y simpatizantes están convencidos de que la transformación interna del PSOE, desde su misma base estructural e ideológica, es la mejor garantía no solo de ofrecer un proyecto político afín a las demandas ciudadanas, sino también de ser ejemplo vivo de nuestro compromiso democrático y de asegurar que los vicios privados no acaben minando la posibilidad de edificar virtudes públicas duraderas. La demanda ciudadana de democracia interna no es una moda esnob, un subproducto residual de estos tiempos de crisis; por el contrario, es un ejercicio colectivo de lucidez y compromiso políticos. La ciudadanía ha descubierto que si los partidos políticos no se reinventan bajo un modelo que asegure ya desde su misma estructura interna formas de toma de decisiones y estructuras de acceso a los cargos de poder más transparentes y horizontales, de nada servirá aplicar capas de maquillaje sobre el modelo enfermo. El PSOE requiere un cambio profundo que solo puede ponerse en marcha desde el arbitraje de un proceso de reflexión, debate y consenso, articulado de abajo arriba, y con garantías de que los acuerdos sean vinculantes a través de una reforma general de los estatutos vigentes. Más aún, este proceso debe diseñarse con garantías de que existirán tiempos, espacios y modelos de participación reales, y en los que se limite la posibilidad de que los grupos de presión internos fiscalicen la línea de debate. Asimismo, no puede ser un proceso cerrado; debe incluirse a los simpatizantes como agentes sociales con voz y voto. De esta forma, tendremos la seguridad de que el PSOE tiene la honesta convicción de edificar su proyecto futuro desde bases sociales plurales y transparentes.

¿Cómo se hace esto? Rubalcaba debe liderar su traspaso, la alternancia hacia un nuevo modelo de partido, desarmar el blindaje que acoraza la actual ejecutiva federal y reconocer su naturaleza temporal, arbitrando con garantías la puesta en marcha de este proceso de renovación. ¿Lo hará? No, ningún gesto augura este viraje copernicano; al contrario, ha decidido adoptar una estrategia cortoplacista, centrada en la sostenibilidad de un hipotético éxito electoral, que se sostiene más por la metástasis del actual Ejecutivo que por la fortaleza interna del partido. Esto debilita sin remedio el tejido social que hasta hace unos años era el sostén ideológico y la fuerza real del socialismo español, abriendo una nueva fase que convierte al PSOE en un partido pragmático, con un programa oscilante, en busca de un centro complaciente; es decir, revela definitivamente la eliminación de un proyecto real de izquierdas. ¿Alta política? No, tan solo un ejercicio mezquino de darwinismo político.

Esto deja al militante y simpatizante desnudo y sin horizonte real desde donde hacer visible sus esperanzas políticas. El votante progresista reforzará su escepticismo y acabará recolocándose en nuevas propuestas que encajen en su mapa ideológico. Por su parte, el PSOE se instalará comodamente en un bipartidismo similar al estadounidense, en el que ejercerá sin tapujos el papel de centro progresista, a la caza de un votante volátil cada vez más mayoritario. Este augurio elimina de un plumazo la posibilidad de que el PSOE represente desde ya una verdadera alternativa de izquierdas, dejando a otras fuerzas emergentes ese espacio político.

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