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Democracia y participación



No sé si ustedes conocen al Partido X, una formación política recién salida del horno, cosecha de las inquietudes que se gestaron entre la ciudadanía afín al 1-M. Ciertamente alabo la intención moral de este grupo; incluso aplaudo que subraye como eje de su programa la recuperación del tejido social en la política. Debiera el PSOE sumarse a esta inquietud y reformular su modelo de relación con el tejido social.

Sin embargo, leyendo la letra chica del programa de Partido X, discrepo en su acento.

Permítanme unas reflexiones sobre las 3 propuestas de esta formación (wikigobierno, derecho a voto permanente y transparencia en la gestión pública) y de paso sirva de carta de navegación para la izquierda socialista. 

Creo sinceramente que la participación digital es insuficiente; es evidente que permitiría experimentar con modelos de participación ágiles (vinculantes o no), pero no podemos reducir la democracia directa al formato online. Modelos como el de Brasil están dando frutos desde el encuentro entre plataformas ciudadanas locales y gobernantes municipales, sin la mediación de redes digitales (o usándose solo como canales de información y reunión). Y todo de manera vinculante, es decir, lo que se decide en estas asambleas ciudadanas cuaja después en los plenos municipales, sin subterfugios.

Ahora bien, fuera de lo local, es difícil actuar de manera presencial (salvo que se establezca un complejo sistema de comisiones de delegados comarcales o regionales, propuesta que enreda y os aleja del objetivo esencial). Es ahí donde entra la ayuda de lo digital y sí hay que buscar un consenso sobre los posibles casos en los que debe recurrirse a la voz y voto real de la ciudadanía. Pero con prudencia; pretender que toda decisión política pase por el arbitrio de la red es una utopía no solo improbable, sino inquietante. El sistema representativo no debe nunca quedar anulado por un modelo participativo radical. Si Partido X va por esa línea, mal andamos. Se deben buscar vías equilibradas de maridaje entre la representación institucional -base de nuestra democracia formal- y la participación directa de la ciudadanía, especialmente en aquello que le afecta en su ámbito local. El modelo actual de negociación y diálogo entre gobernantes y sociedad civil debe cambiar hacia uno bidireccional y vinculante, en donde las decisiones ciudadanas tengan eco real en las decisiones municipales. Por mucho que he leído en las recientes propuestas socialistas de cara a 2015, nada sustancial alienta cambios en este sentido.

El sentido común pide que demos pasos en lo referente a fórmulas que acerquen, más allá de los acostumbrados maquillajes electoralistas, las decisiones políticas a las demandas ciudadanas. Internet debe ser un aliado, pero no puede sustituir la actividad parlamentaria, el pleno municipal, la asamblea ciudadana. Y tampoco debe someterse a votación cualquier decisión que adopte el Ejecutivo o los gobiernos autonómicos. Sin embargo, es cierto que hay que propiciar nuevas vías de decisión ciudadana vinculante, especialmente en lo local. 

En relación a la transparencia institucional, se sabe qué hacer y no se hace a sabiendas, con premeditación y a plena luz. Debe ser un acuerdo consensuado de todos los grupos parlamentarios. El resto es pura retórica. No es extraño que las querencias populares se radicalicen, encontrando acomodo en posturas extremas. La deficiencia democrática de los partidos tradicionales, su incapacidad para generar consenso social, deviene en polarizaciones variadas y desconfianza en el sistema.

Observo en Partido X una querencia maximalista e ingenua hacia el poder de las redes digitales como formato de redemocratización social. Y, lo que es más grave, un prejuicio negativo hacia las bondades del actual sistema representativo. Sin embargo, ha abierto un debate que requiere la atención de Ferraz. No son pocas las plataformas socialistas que llevan años reflexionando sobre ello, sin encontrar voluntad por parte de los órganos directivos del partido de una escucha activa. Otros grupos, de izquierda o no, toman relevo y piden espacio político, generando nuevos discursos, virajes en la narrativa política que se escucha en la calle. Espabilar es poco pedir.

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