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Ya no soy militante



Llevo un par de meses dando vueltas a la idea de si tiene sentido para mí seguir militando en el partido. No ha sido fácil tomar la decisión, pero estoy profundamente convencido de que la opción más honesta es presentar mi cese como militante.

Recuerdo el último eslogan político de Rubalcaba, Pelea por lo que quieres, y pienso honradamente que es esto lo que he intentado hacer durante mi breve paso en el partido. Entré como un ciudadano más, convencido de que debía aportar mi pequeño grano de arena a una situación delicada, que debía dejar de mirar el toro desde fuera e implicarme. Una vez dentro he descubierto que las sospechas y recelos que la ciudadanía posee sobre el PSOE no solo son ciertas, sino que sobrepasan nuestra imaginación. Encontré ilusión en las bases, es decir, en aquellos militantes que no aspiran a ostentar cargos institucionales, pero se pelean día a día por hacer que el partido sea una organización viva, abierta, transparente y honesta. Igualmente, encontré una estructura anquilosada, envejecida, plegada a inercias atávicas que le hacen olvidar la base moral y el núcleo ideológico que vertebra su razón de ser como partido. Un partido centrado hasta tal punto en la ruta electoral que deja a un lado la base humana en la que se asienta y a la que debe su existencia. 

Asimismo, he vivido en propias carnes la dificultad de que los militantes puedan ejercer con absoluta libertad su derecho a expresar sus opiniones políticas cuando estas no son complacientes con la línea del partido. La talla intelectual de los dirigentes socialistas de nuestra autonomía dejan mucho que desear; no están en ningún caso preparados ni dispuestos a enfrentar con argumentos la naturaleza dialéctica de las ideas y su necesaria pluralidad en democracia. Prefieren instalarse en sus rutas prediseñadas, ajenas a los discursos que pueblan la calle. La escucha activa es solo un eslogan publicitario, la militancia se ha convertido en un capital electoral, pero no en sustrato esencial de la razón de ser de la actividad política. Los estatutos blindan toda posibilidad para que se dé en el partido un cambio profundo en las formas de organización, toma de decisiones y roles adscritos. El militante se encuentra solo, escindido ante unos órganos de dirección sordos a los signos de los tiempos. El PSOE demuestra agotamiento ideológico y deterioro de su organización interna, pese a los intentos institucionales por parecer renovado. Y no hay signos que alienten un cambio. El partido se enfrenta a la grave situación de convertirse en un gigante de barro, una organización cuya solidez no se asienta en la base ciudadana, sino en una estructura orgánica fuertemente blindada, con una ideología dúctil y pragmática, y sin más apoyo social que aquel que le aporta una campaña publicitaria potente. 

El militante se enfrenta a la difícil dilema de elegir entre plegarse a los dictados intransigentes del partido o -como es mi caso- limpiarse el polvo de las sandalias y proseguir su camino. Quienes intentan transformar el partido, ofreciéndose como alternativa a las ejecutivas actuales, confían en que su paciencia y tesón será suficiente para conseguir el relevo y desde ahí cambiar orgánicamente las estructuras. Pero es difícil que esto suceda; es más probable que estos grupos acaben reproduciendo las mismas inercias de sus predecesores, si no abordan el problema del socialismo desde una perspectiva más global y profunda. El diagnóstico es tan grave que solo desde una militancia disidente con los actuales órganos de dirección podría tener visos de esperanza. Es imposible cambiar el PSOE si no se hace desde una ruptura radical con la actual dirección, desde una disidencia activa que hable alto y claro. A día de hoy, buena parte de la militancia es contraria a Ferraz, y con ello también a la actual dirección en sus sedes locales, regionales y autonómicas; pero calla, otorgando palio a los dirigentes. Otros esperan pacientemente el relevo, aprovechando los aires de descrédito popular, pero en ningún caso convencidos de los retos internos a los que se enfrenta el PSOE. El resto es militancia pasiva, feligreses complacientes o residentes a la espera de sacar crédito de su filiación.

En lo concerniente al PSOE de Badajoz, ninguna esperanza albergo hacia la candidatura del señor Celestino Vegas, un secretario pusilánime, formalmente aséptico, plegado dócilmente a la oreja de instancias superiores, sin dotes de liderazgo e incapaz de aglutinar voluntades. Desde que fue nombrado secretario local, su única labor ha sido aparecer lo más posible en la prensa local con peticiones sin sustento, a fin de justificar su potencial candidatura a la alcaldía y contentar a los militantes incautos de su agrupación. El PSOE no tiene futuro institucional bajo su dirección. 

En fin, compañeras, compañeros, ciudadanos todos. Ceso de mi militancia, que no de mi lucha pública por servir a la sensatez y azotar sin piedad todo signo de estupidez y servilismo políticos. Y por supuesto, sello con rúbrica indeleble mi esperanza en la posibilidad de otro socialismo. Buenos días y buena suerte.

1 comentarios:

  1. Ánimo compañero, hay vida ahí fuera del PSOE. No eres el único que ha llegado a similares conclusiones

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