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A cuatro bandas



El pasado jueves 3 de octubre asistí a un debate público, organizado por el Ateneo de Badajoz en la Residencia Hernán Cortés. En él, los cuatro precandidatos socialistas para representar a su partido en los próximos los comicios municipales expusieron a ciudadanos, simpatizantes y militantes sus intenciones y proyectos de futuro.

En primer lugar, hay que reconocer el carácter histórico de un acontecimiento de esta naturaleza. Nunca, que yo recuerde, el PSOE local se había expuesto a un debate así antes de elegir candidato a la alcaldía. Este viraje es evidente que obedece al efecto que las demandas ciudadanas de transparencia y democratización interna están teniendo sobre la agenda socialista. Los políticos de izquierda se ven obligados a replantear no solo contenidos sino también formas de hacer política. Sin embargo, es una pena que actos como éste no tengan mayor relevancia mediática, dado el interés que representan para la ciudad. Sería aconsejable que se repitieran estos debates hasta el día en el que la ciudadanía de Badajoz elija alcalde. Escuchar a viva voz y en contraste con otras opciones los proyectos políticos de candidatos municipales es un ejercicio de democracia que debiera ser hábito y no excepción en el PSOE local. Quede aquí esta petición.

El debate a cuatro bandas no fue realmente un debate; más bien se ciñó al modelo clásico de exposiciones individuales, encadenadas. No hubo ocasión ni interés -los ponentes acordaron previamente la estructura de intervenciones- para que se produjera el debate entre candidatos. Una pena. La mera exposición de candidaturas no solo hizo que este encuentro fuese un tanto tedioso -añádase a esto la duración del mismo: más de dos horas-, sino que también restó frescura y dialéctica al mismo (no confundir con enfrentamiento). Los precandidatos estaban tensos, calculando sus palabras, conteniendo sus discursos; esto acabó dotando al encuentro de una cierta sensación de déjà vu. Como apuntó algún que otro militante, hubiese sido deseable haber tenido este debate después de que se supiesen los candidatos, y no ahora, bajo la presión e incertidumbre de los avales. Por otro lado, no queda claro si este encuentro ha sido ideado solo por el Ateneo o si dentro del partido existen grupos de presión a los que interesaba que se celebrase ese día, a fin de evidenciar debilidades ajenas y de servir de catapulta propia. Nunca lo sabremos, pero sería deseable que posteriores debates sean organizados por los interesados, antes de sacar a la luz pública el evento. De esta forma se asegura que los intereses de todos sean respetados.


En cuanto a las exposiciones de los precandidatos, analizaré por separado cada una de ellas. Echados a suerte los turnos, le tocó comenzar a Celestino Vegas. Lo hizo subrayando en más de una ocasión su experiencia municipal como única virtud que discrimina su candidatura frente a las del resto. No lo remarcó una vez sino varias, llegando incluso a recordar que él y Fragoso son los únicos que lucen un sello de calidad de más del 80%. Añadió en un par de ocasiones una puntilla irónica, recordando al resto de pre candidatos que él no vino a hablar de su vida, sino del Ayuntamiento (en clara alusión a la intervención del resto, más centrada en la necesidad de reformar la forma de hacer política). Celestino, pese a su pose afable -sonreía con socarronería mientras otros hablaban, a veces como insinuando la inconsistencia de sus argumentos-, fue el único ponente al que se le notó una cierta estrategia defensiva, como si debiera dejar claro y distinto ante los asistentes la superioridad técnica de su candidatura y sus conocimientos en economía. De hecho, la exposición de su proyecto se centró exclusivamente en eso, en subrayar que el problema del Ayuntamiento es su falta de presupuesto. A grueso modo, su proyecto -tal y como lo expuso- se reduce a arreglar detalles estéticos (calles, fachadas y poco más) y a conseguir dinero. Eso es todo. Un discurso que sacado de contexto, no se diferenciaría mucho de aquel que pudiera esgrimir cualquier concejal del PP. 

El señor Vegas enumeró, como quien se sabe el catecismo que la feligresía quisiera oir, una letanía de ejes programáticos dictados al vuelo, repleto de conceptos manidos (participación, sostenibilidad, igualdad, emprendimiento,...). Apenas apuntó la necesidad de crear un proyecto global de futuro; ni siquiera describió en qué consistiría, en el caso de alcanzar la alcaldía, su proyecto de creación de empleo. Nada. Se limitó a destacar su experiencia municipal como virtud suficiente para ganarse la confianza de sus compañeros. Un grave error que demuestra que donde no hubo ni hay nada, nada se puede sacar. Es evidente que en el caso de Celestino Vegas, su experiencia en el Ayuntamiento más que ser un punto a su favor, se convierte en una tara que difícilmente puede eliminar de su currículum. Siete años representando a su grupo municipal sin lograr entusiasmar a la ciudadanía y a su propia militancia. No basta con lucir listado de gastos e ingresos para que confíen en ti.


El siguiente turno corrió a cargo de Ricardo Cabezas, quien remarcó en su presentación su compromiso en hacer posible otra forma de hacer política. Reiteró la necesidad de ponerse al servicio de la ciudadanía con humildad, reconociendo errores y rectificando cuanto sea necesario. Todo ello sin perder la firmeza y la convicción en un proyecto común. Igualmente, remarcó que se debe devolver a los ciudadanos la ciudad, creando cauces de participación real. Insistió, como en otras intervenciones suyas en diferentes foros, su origen popular, su condición de ciudadano de barrio, rasgo biográfico que le hace sensible a las realidades de la ciudadanía más vulnerable. La escasez de tiempo le impidió trazar una descripción de su proyecto de ciudad, articulado en cuatro pilares, el primero de ellos centrado en un modelo a largo plazo de ciudad transfronteriza. 

A su favor, Ricardo Cabezas posee juventud, un discurso reformista, sin miedo a debatir asuntos que otros candidatos tocan de refilón o (como Vegas) se niegan a reconocer como esencial para regenerar la vida política. Posee un equipo de trabajo intergeneracional, con profesionales de diferentes campos, que vienen elaborando este proyecto desde hace dos años; un proyecto que ha ido creciendo en concreción y apoyos tanto entre la militancia como en numerosos ciudadanos. Ricardo es conocido, pese a su inexperiencia en el ayuntamiento, y posee un talante conciliador y una mirada honesta. Eso es decir mucho en los tiempos que corren.


En su contra juega su inexperiencia en los intersticios que mueven la maquinaria política municipal, aunque posea asesores que contrarrestarían con suficiencia esta carencia. Durante el debate se mostró excesivamente comedido, excepto en el arranque, donde demostró empate y determinación, convenciendo de que su intención es ganar y hacerlo desde la responsabilidad. A mi juicio fue un error grave que leyera buena parte de su intervención; demuestra inseguridad y da sensación de impostura o artificio. Dejó en el segundo turno que otros hablaran antes que él, y cuando tuvo oportunidad su discurso se desinfló. Pajuelo tuvo más tiempo y con propuestas mejor hiladas.


En ocasiones debió mostrar más arrojo y rigor, especialmente cuando Celestino Vegas intentó desacreditar sus datos. El carácter conciliador posee efectos ambivalentes; genera empatía y cercanía, pero también puede interpretarse como falta de seguridad. Por otro lado, la insistencia en su origen popular puede generar también el efecto contraria al que pretende, más aún cuando se recurre a ello con insistencia en todas las declaraciones. Una ocasión perfecta para que sus adversarios se mofen de ello, tildándolo de mero populismo. 




José Antonio Pajuelo basó la primera parte de la intervención en el recurso a lo emocional, recordando -como Ricardo Cabezas- los orígenes de su militancia y el compromiso con el cambio. ¿Por qué me metí en esto? Por compromiso, porque quiero acabar con la desafección, porque estoy formado, porque soy socialista, porque tengo valores progresistas. En fin, una retahíla de requiebros para regalarle los oídos a la militancia más talluda. Y de pasada, un pequeño guiño a Celestino, su mentor. 

Remarcó, como si lo hiciera de casualidad, su experiencia en el Ayuntamiento, subrayando su trayectoria de político "propositivo". Insistió -este punto es el más potente en su discurso- en la necesidad de crear empleo (cláusulas, control de concesionarias, refuerzo de la pequeña y mediana empresa).


Este asunto, pese a su urgencia, fue el gran ausente durante todo el debate. Pajuelo lo supo traer con habilidad. Pero ya se sabe, este encuentro representa solo un escaparate previo a la elección de candidato; los asistentes eran casi todos militantes. De ahí que los polos principales que marcaron el discurso de los precandidatos fueron tan solo la experiencia institucional y el pasado sin tacha. 


La segunda parte del discurso la dedicó a desgranar sucintamente propuestas variadas: adelanto de la moratoria a los desahucios, dotación para las asociaciones de vecinos, apuesta por lo verde. Todo un relicario de espacios comunes, oídos hasta la saciedad. A su favor, cada propuesta iba acompañada de un compromiso. A saber.




José María Soriano fue el último y más inconsistente de los cuatro. Toda su intervención la hizo en tercera persona, como si hubiese aterrizado allí como un ciudadano más y no como un precandidato. Insistió en la necesidad de llevar la política del despacho a la calle, reactivando los movimientos vecinales. Su discurso fue como el de un entrañable abuelo, recordando las bondades de ser socialista. Sus propuestas compusieron otro cúmulo de obviedades (río vivo, universidad integrada, Portugal, marca Badajoz,...), sin mentar ni apenas de refilón la lacra del paro y la precariedad laboral.


Mi sensación al terminar el acto fue ambivalente. Por un lado agradecí que los precandidatos mostraran públicamente, ante la ciudadanía, sus propuestas, pero por otro lo que encontré me dejó un regusto de inconsistencia, una sensación de que la perspectiva abordada por los ponentes estaba muy lejos de las demandas de la ciudadanía. Sí, ya sé que estos debates son solo aperitivos a la espera de los platos fuertes, pero revelan el talante y la preparación de los futuros candidatos y su capacidad para hablar con sencillez y firmeza sobre lo que es urgente.


El señor Vegas es, pese a su arrogante autosuficiencia, un candidato tocado y hundido; ha agotado todos sus escasos cartuchos. Su candidatura se sostiene solo por el miedo de la militancia a cambiar, aunque haya demostrado con solvente ineptitud su falta de liderazgo y su incapacidad de llegar a la ciudadanía de Badajoz. No dudo de que pudiera ser un excelente gestor, un técnico municipal entregado, pero su madera de secretario y de candidato a alcalde está repleta de carcoma. 


Respecto al señor Pajuelo, he decir que su exposición fue sólida, anclada en datos que ofrecían cierta seguridad. Sin embargo, su biografía le precede. No deja de ser un adlátere de Vegas, una copia restaurada de su mentor. Las incapacidades que posee Celestino las suple Pajuelo con retórica y buena presencia. Pero no basta. Parece como si Celestino se hubiese sometido a una cirugía facial y hubiese aparecido en forma de Pajuelo. Su proyecto de gobierno late al pulso de la acción municipal del señor Vegas. Suena a capa de pintura, a un atajo dermoestético a través del cual Celestino Vegas se asegurara continuidad y puesto. Nada nos asegura que Pajuelo construya un proyecto propio e independiente, sin la sombra angosta de Vegas cubriendo su mandato. Y quienes apoyan su candidatura más que estar convencidos de que otra forma de política es posible, de que no se puede seguir funcionando bajo las mismas directrices e inercias, tan solo buscan cambiar un rostro por otro. Es evidente que para el sector conservador del partido Celestino es un grano molesto. Pero lo es no tanto por su catecismo, sino por la inconsistencia de su liderazgo; es decir, todo seguiría como está, pero cambiando de cara. Eso es todo. Aún así, no deja de ser un candidato con grandes opciones de éxito, ya que supone una vía de escape a través de la cual Vegas y su delfín pudieran arañar votos conjuntos. No es desdeñable la hipótesis de un soterrado triunvirato encubierto para hacer sombra a la peligrosa alternativa que supone Ricardo Cabezas.


Soriano es un entrañable secundario en este juego a cuatro esquinas, pero no solo ha restado avales a los otros precandidatos, también ha basculado un remanente de apoyos hacia militantes conservadores con ganas de retoques modestos, lo que facilita la fuga de votos hacia la candidatura de Celestino o de Pajuelo.


Cabezas lo tiene difícil en esta pugna por la alcaldía. Celestino ha creado el ecosistema perfecto para que la militancia se centre en opciones con un reformismo light. La diversidad de precandidatos es un señuelo, un placebo para que Pajuelo recoja los restos que las ruinas de Celestino y las migajas de Soriano dejaron en el camino. Estoy firmemente convencido de que esta lucha por representar al PSOE local a la alcaldía se debate entre dos únicas opciones evidentes: 


1. El continuismo de Celestino, ligado al papel pintado que representa Pajuelo, caras de igual moneda. En el caso de que Pajuelo ganara esta batalla, no es extraño pensar en una alianza que asegure a Celestino un puesto goloso -aunque no sea su soñada alcaldía- en el ayuntamiento o en la asamblea extremeña. 


2. El reformismo de Ricardo Cabezas. No existe a día de hoy otra opción que represente con convicción el compromiso por un cambio honesto dentro y fuera del partido local. No existe otra candidatura que se haya construido con la voluntad y la entrega desinteresada de decenas de militantes y simpatizantes. No existe otro proyecto que, más allá de la letra, tenga músculo y consistencia. Pero ¿tendrá el apoyo suficiente de la militancia? 


El militante medio del PSOE local es conservador y mayor de 48 años. Y no me refiero con esto a su ideología o valores, sino a su voluntad de arriesgar por cambios importantes en la forma de concebir la vida interna del partido y la acción de gobierno. No se cambia de la noche a la mañana un cultura arraigada. Es paradójico cómo un partido local tan enlodado, incapaz de ofrecer en 15 años un proyecto que le haga sombra al PP, sigue considerando que la opción más conveniente es seguir como siempre. A la luz de los hechos está que no se están haciendo las cosas como se debiera. El proyecto local no convence, Celestino no convence, el socialismo no convence. Y sin embargo, la militancia sigue erre que erre, como un avestruz indolente, con miedo a arriesgar y creerse lo que predica.


Quien escribe -un mero simpatizante socialista- lo tiene claro. En el caso de que se perpetuara la continuidad en el PSOE local desistiría de votar en las municipales a Celestino o a Pajuelo. Tengo la firme convicción de que estos señores representan un claro suicidio para su partido, 10 años más sequía y endogamia política.  


Sin embargo, también estoy convencido de que la candidatura de Ricardo Cabezas debe madurar, lograr más determinación y expresarse en términos más directos hacia la ciudadanía. Debe ofrecer un proyecto que se despegue de lo conocido, que genere seguridad e ilusión. Centrar su proyecto en un compromiso a corto y medio plazo por el empleo y otro a largo plazo para construir un modelo de ciudad que asegure una prosperidad sostenida. A Cabezas le faltan tablas, pero posee madera y un proyecto de futuro, honestidad y un liderazgo basado en la corresponsabilidad. Esto es mucho decir en estos tiempos. Mucho. Quien tenga oídos que oiga.


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